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jueves, 12 de junio de 2008

CRUZANDO TERRITORIOS / Por Iñigo Díaz

Por Iñigo Díaz, para MUS.cl

Hay una música chilena que se escucha familiar porque fue parte del otro paisaje sonoro de esos quince años con las orquestaciones del himno de la Digeder y las cortinas de Kukulina Show. Es familiar además porque es una música que tiene un linaje. Lo que toca y canta el ensamble acústico Napalé parece por momentos música de esa resistencia, pero veinte años después, entre otras cosas porque esta agrupación es descendiente directo de las voces tronadoras de Quilapayún. Napalé nació desde el taller impartido por Barroco Andino en los '70 y Barroco Andino nació a partir de la expulsión del país de Quilapayún en 1973. Y además, Cruzando territorios, el quinto disco de Napalé, lleva una dedicatoria al compositor Luis Advis, que es como un padre para Quilapayún.

Las voces de Napalé son tronadoras también cuando el grupo traza esos territorios otra vez, como si fuera de regreso hacia su primera raíz. No obligatoriamente hacia una canción contingente, sino al discurso poético del que obtuvo lecciones cuando los hermanos Pérez (Rodrigo y Ernesto, fundadores de Napalé junto a Fernando Mena en 1982) eran unos adolescentes y tocaban en el Barroquito (facción de aprendices de Barroco Andino). En la baguala "Lunita de lejos", del Quila histórico Eduardo Carrasco que incluye al quila joven Ismael Oddó, esos vozarrones regresan hasta aquí mismo con fuerza. Y en ese final del disco con "La partida", instrumental de Víctor Jara que Inti-Illimani llevó por el mundo en su destierro, hay alguien que se emociona en casa al escuchar y otro más que se pone de pie para aplaudir a Napalé en el Galpón Víctor Jara, donde fue registrada esta toma en vivo.

La música de Napalé fue siempre peculiar. Fue subversiva en medio de la olla a presión de la dictadura militar de otra manera. Sus músicos, universitarios aguerridos que permanecieron en Chile durante todo el período, fueron al frente cada día con canciones de protesta presentadas ingeniosamente como obras de música docta, con atriles y con clarinete, marimba, cello y contrabajo, instrumentos que nadie se atrevería a proscribir. Napalé asimila el folclor regional desde la academia y entonces reaparece como un grupo de cámara que se convierte ahora en el padre de una nueva generación, la de Entrama, Cántaro y el Ensamble Serenata. Las voces de Napalé ya no son purmanente voces para cantar. Son tenores o barítonos unidos en la interpretación de esta música de cámara y entonces una voz como la de Francesca Ancarola, invitada en la chacarera "La oncena" de Eduardo Lagos, es así una contralto solista.

Además Napalé re-estudia y remonta la sinfonía "Los tres tiempos de América", de Luis Advis, aunque en rigor es la pieza "Hombre de América", que pertenece a esta obra de carácter docto y raíz folclórica. Una fotografía familiar más en Cruzando Territorios, la obra de la adultez de un Napalé que viaja del tango a la tonada y al sanjuanito, con naturalidad y en familia: "Quisimos mezclar canciones no necesariamente famosas, que escucharon nuestros abuelos, tíos, padres y amigos, junto a la música que nosotros, sus nietos, sobrinos, hijos y hermanos, seguimos haciendo hoy, siguiendo o adivinando el amor en sus pasos".